Con frecuencia nos encontramos en situaciones donde hemos cometido una falta, ya sea pequeña como llegar tarde a un lugar, olvidarnos de algo que teníamos que hacer, o hasta olvidarnos de un evento o fecha importante. Pueden ser miles de cosas que se nos escapan consciente o inconscientemente. Y que es lo que hacemos; Justificarnos! Y si no tiene mucha fuerza o validez nuestra justificación, entonces hasta a la defensiva nos ponemos.
Debo confesar que algo que me sucede tristemente con frecuencia, es el contestar con un tono de voz de molestia o alto, como resaltando –yo estoy bien, tengo la razón, etc. – y para colmo, al hacerlo, aunque así hubiera sido, pierdo el poder automáticamente. Una vez que las cosas se ponen tensas, que me doy cuenta de lo que pasa; antes muerta que sencilla, vuelvo a remarcar en qué se equivocó el otro! Como si pudiera sacar el borrador y quitar lo que yo hice o dije también.
Y qué difícil es aceptar cuando uno la riega!!!!
Asumir que tenemos la responsabilidad de que las cosas vayan mal, es algo que en definitiva, es de valientes! Y la verdad es que no soy la más valiente del mundo, más creo que estamos aquí para ser felices y crecer, para superarnos, y son los demás quienes nos ofrecen esta oportunidad.
La situación aquí es, qué tanto tomo esta oportunidad y me ocupo de enfrentar mi responsabilidad y bajar mis defensas, para entonces sí, aprender de las experiencias?
Cuando decidimos justificarnos y no aceptar que la regamos, que lastimamos, que tenemos parte de la responsabilidad, o bien toda la responsabilidad, cuando tratamos a los demás de manera que no nos gustaría que nos trataran a nosotros, o cuando no hacemos lo suficiente o lo correcto, más que afectar a otros y salir ilesos, cavamos dentro de nosotros un hoyo que luego no sabremos cómo llenar.
Y tal vez creerás momentáneamente que no es así, pero en el fondo, sabes que no hiciste bien, que no fuiste del todo honesto, que preferiste voltear la tortilla y puede ser que te funcionó. La mala noticia, es que esa decisión se va volviendo una reacción en cadena, en la que luego de un tiempo, incluso podemos acostumbrarnos. Como los niños, que hacen su vagancia, y con ternura “solucionan” para no tener consecuencias, y como se salen con la suya y les funciona, lo siguen haciendo, hasta que llega el momento en que un acto pequeño se convierte en uno grande y con grandes consecuencias.
Pero, cómo salir de éste círculo vicioso, y por qué hacerlo, si puede ser algo cómodo también. A quién le gusta evidenciar que la regamos, a quién le gusta perder?
Bueno, recuerda que aparentemente pueden servirte tus justificaciones, que puedes vivir con;- es que así soy yo, impuntual, gritón, olvidadizo, despistado, etc. Pues bien, en esa sintonía espera lo que pidas. No esperes la relación más honesta, o las oportunidades más idóneas, pues tú no estás siendo totalmente responsable y honesto contigo. Además, de que lo que pasa afuera es un perfecto reflejo de lo que hay dentro de ti, y si quieres acomodar algo internamente, estamos en esta vida, para tener la oportunidad de poder experimentar y acomodar afuera, lo que queremos acomodar adentro.
Ahora si, por donde comenzar? Primeramente, por ser más consciente, es decir, poner mayor atención a esos momentos en los que nos sentimos vulnerables, donde la regamos o nos equivocamos, cuando sobrereaccionamos, y actuar diferente, acepta tu error, discúlpate si es necesario, hazte responsable por tu decisión, acción o reacción. No es nada fácil esta segunda parte, pero vale la pena intentarlo. Disculparte es una virtud de pocos, pero también te abre muchas más puertas de las que puedes imaginar.
Inténtalo, tal vez no te salga siempre, tal vez te sientas paralizado, bloqueado, etc. Pero cuando pasas esa barrera te sientes libre y satisfecho internamente, sabrás entonces que puedes llegar a donde te propongas con honestidad, satisfacción, integridad y amor.
